VII Xuntanza en Galicia, Ferrolterra

Nuestra Xuntanza de Galicia ya ha pasado. Ha sido absolutamente magnífica. Hoy tenemos el privilegio de leer cómo fue de manos de Guillermo, al que debemos tanto por su trabajo e implicación. Guillermo, nos encanta cómo lo has contado.

«Estamos en el año 2018 después de Jesucristo. Toda Galicia está ocupada por los moter… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles ferrolanos resiste todavía y siempre al invasor. Hasta ayer.

El pasado viernes 29 de junio, una horda de Vulcan Riders procedentes de toda España acudieron a la llamada de sus hermanos de la Territorial Gallega para participar en la VII Xuntanza, al objeto de conquistar el corazón de las gentes de esta inhóspita tierra.

La llamada fue respondida con gran regocijo por numerosos integrantes de la gran familia Vulcan que, raudos y prestos a conocer nuevas rutas, tierras, gentes y amigos, acudieron a la cita galaica.

Si todas las Xuntanzas tienen algo especial, esta edición lo fue todavía más dado que a partir de ahora ostenta el récord, que esperemos pronto decaiga, de participación de compañeros venidos de otras tierras. Como siempre fue un auténtico placer recibir a todos los amigos y amigas, antiguos y nuevos, que conforman esta gran familia.

Una vez instalados, nada mejor que recobrar fuerzas con una espléndida cena para posteriormente desplazarnos, en moto, por supuesto, hasta un local biker sede de los compañeros de la Doom Crew, donde fuimos recibidos con los brazos abiertos y en donde saciamos nuestra sed con los ya ahora, nuevos amigos.

El sábado, una vez desayunados en los respectivos hoteles, se inicia con la salida programada. Nos acompaña la Policía Local por las calles de la ciudad hasta llegar al puerto ferrolano. Por su parte, la Policía Portuaria nos tenía reservado el aparcamiento justo enfrente al punto de embarque, y dónde, además, se encontraba atracada la réplica de la nao Victoria. Espectacular.

Cumpliendo el horario previsto, embarcamos en un crucero que nos habría de enseñar la ría de Ferrol, después de saludar y agasajar al alcalde de la ciudad con un pequeño presente por la cooperación del Concello en la organización de la Xuntanza.

El crucero por la ría, con parada y visita al Castillo de San Felipe, nos transportó a otros tiempos, a otros siglos, en donde la mar, lo militar, lo épico, las batallas y las navegaciones conformaban el vivir de las gentes de esta tierra y en donde, además, pudimos apreciar la industria naval con sus astilleros y el arsenal militar. A la vuelta, cuales damas y caballeros de otras épocas, esperaban nuestras monturas, que escoltadas por agentes de la Guardia Civil de Tráfico, nos habrían de llevar hasta las agrestes y salvajes tierras de Cedeira, puerto de mar por antonomasia, cuna de los percebeiros y de gentes de mar, en donde habríamos de degustar los platos típicos del mejor restaurante de la localidad. Impresionante.

El día continuaba gris, apagado, con neblinas o, como se dice por aquí, con neboeiro, que no dejaba mostrar el intenso azul del cielo galaico y que, pese a ello, no impedía apreciar el espléndido entorno en donde nos encontrábamos y, aun cuando la meteorología no resultaba la más propicia para continuar la ruta por los agrestes acantilados de la zona de San Andrés de Teixido, los agerridos y valerosos vulcaneros no cejaron en la idea de conquistar con su monturas los acantilados más altos de Europa. Visitamos la famosa Garita de Herbeira en donde en medio del ya conocido y persistente neboeiro, se pudieron obtener fugaces vistas de la abrupta costa atlántica, no obstante, el tiempo meteorológico apremiaba la marcha.

Se tenía programada una merienda en un entorno privilegiado, al lado mismo de un bucólico río y para allí nos dirigíamos cuando Odín se enfadó con el mundo y comenzó el Ragnarök. Ordenó a Tutatis que castigase la temeridad de aquellos vulcaneros que habían osado desafiar el tiempo visitando sus territorios más preciados y así, se destapó la ira de los Dioses, pues no de otro modo se puede calificar la riada de agua que cayó sobre nosotros. Durante horas no se limitó simplemente a llover, el agua que del cielo nos mandaban los dioses, acompañada de truenos, rayos y centellas era propio del diluvio universal, aún así no desfallecimos, lo vivimos, lo sufrimos, pero lo superamos, por algo somos auténticos Vulcan Riders.

De vuelta a los respectivos hoteles, solo una ducha caliente y ropa seca fue suficiente para templar nuevamente los ánimos que se vieron confortados con una excelsa y abundantísima cena que nos prepararon para lo que había de ser el final de fiesta más apoteósico que los historiadores y eruditos conocen. Cantos, juegos, brebajes y regalos fueron un magnifico colofón a la ya histórica VII Xuntanza.

Hasta la próxima, Riders.

-Guillermo- »

Fotos: Mage

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